A veces el destino
se encuentra en otra parte.
Sangran las heridas a fuerza de buscarlo
resultando que el destino
no era aquí
y los hijos que nacieron de nuestro propio vientre se nos vuelven ajenos con el tiempo.
La vida es como el juego de la gallina ciega y venimos al mundo
con los ojos tapados, sin saber
qué, ni dónde,
ni cuándo, ni cómo
ni por qué.
Tal vez es llegada la hora
de encontrar la ignorancia nuevamente y pensar
que lo sabemos todo y ser felices en lo que creemos y sentimos
antes volver a comprender en nuestras propias carnes
que no sabemos nada.