Calor de piedra que me devora las
entrañas
eres culpable de la desidia que me alcanza.
Mi corazón se queda sin aliento
y el aire que respiro, ¡ay!
ya no es aire
Es un viento solano y traicionero que me
nubla la vista y me hace flotar como bolsa de plástico que vuela perdida entre
las nubes.
Ya no me quedan abanicos
que ventilen el aire.
Tan solo este sopor
ardiente, fugitivo, que amenaza mis
miedos en noche desvelada.
Hoy el día se despertó caliente
abrasador, dudoso, equidistante, torvo.
Esquivo
Extraño.
Ardiente
Casi no puedo respirar.
El aire que ventila, ya no es aire
El suelo abrasa.
Fuego en mi corazón.
Luz en mis ojos.
Fiebre de temporal en las comisuras de mi
boca.
Adónde habré dejado mi abanico.
Imagen: Giorgos Rorris