Los silbidos del viento punzando las ventanas
atraviesan el paso de la noche
mendiga.
Una esquina, un reloj, un cajero
automático,
los efluvios de alcohol empapando la
niebla de la vieja ciudad.
Calló la noche, calló la luna, calló
el olvido
mientras los asesinos huían dejando
el rastro de dolor, de silencio, de miseria y de muerte.
Los gritos de terror ardieron junto a
la gasolina.
Todo quedó callado y pálido,
convirtiendo en cenizas el cuerpo
frágil de una niña de cincuenta años que cometió el delito de dormir su sueño
entre cartones.
Lloraron los sueños de la noche
mendiga
en ese alarido que al cielo le clamó.
Lloró el dolor, y lloraron los
rincones
sin que de las paredes la sangre,
ay, se derramara.
Lloró el asfalto
Lloró la mugre de las calles
en el temblor de los contenedores
Y hasta la luz de las estrellas
huyó despavorida.
Autor de la imagen: Loïc Allemand