QUÉ NOCHE TAN EXTRAÑA
Llovió toda la noche
Llovió toda la noche
También llovió sobre el día emponzoñado y dormido entre las nubes.
Y sobre el día soleado y despierto.
Llovió
Llovió toda la noche
mientras que nuestros poros se comunicaban entre los edredones.
Y mientras brillaban como navajas las gotas de la lluvia
como si fueran rayos luminosos, relucientes, eléctricos, metafóricos, asustados.
Y mientras la sombra del pájaro
saltó por la ventana de una décima planta viniendo a estrellarse sobre un todo terreno
aparcado en la acera.
En un golpe seco, profundo, colorado, estremecedor, mortal.
Qué noche tan extraña.
Llovió sobre la noche.
Llovió sobre el silencio, llovió sobre la muerte,
sobre las palabras mudas, sobre las cortinas de mi habitación, y sobre las palabras
habladas y escritas.
Llovió.
Y sobre todo lo habido y por haber, llovió.
Llovió sobre los dolores de los cuerpos
Y sobre los dolores de las almas.
Sobre los cargos de conciencia
y sobre la alegría de vivir.
Llovió por todas partes.
Bajo la sombra de la luna llovió
Llovió sobre las farolas de la ciudad dormida.
Y sobre los gritos de la noche
Sobre las risas
Sobre los
alaridos.
alaridos.
Llovió sobre los sueños cumplidos e incumplidos
Llovió sobre el deber y sobre la negligencia
Y en los tejados de las catedrales.
Mientras que nosotros
ajenos
ganábamos triunfantes nuestras propias batallas arrebujados entre los edredones.
Qué noche tan extraña.