Tendrían que estar prohibidos los
silencios,
las noches sin luna ni caricia
el batir de postigos en viento
huracanado.
Tendrían que estar prohibidos la soledad
y la mentira
el miedo, la insolencia
y que cada prohibición nos condujera
al momento feliz
de saltarnos la regla del ordeno
para dar paso al dulce placer
de lo prohibido.
-¿Hacia dónde apuntas con tus flechas?
-Te apuntan a ti.
-Dime tu, qué quieres que te diga
-Quiero que me cuentes un cuento y una
mentira bien contada y que te crea.
-No puedo vivir si tu no estás.
-Abrázame.
Cantan los aguiluchos en las ramas de la
higuera y llueve, llueve, llueve el agua sobre la tierra que se abrasa.
-Quiero sentirte una canción de cuna.
-Duerme mi vida, duerme.
Es hora de la siesta.
Imagen: Marc Chagall