Fresca húmeda y radiante ha amanecido la mañana.
Llueve sin parar, y el cielo, de tan oscurecerse,
ha perdido su azul.
Llueve sobre los cantos y los cánticos.
Sobre las aceras, sobre mis pasos y mis
gritos y las hojas de los árboles se dejan caer sentimentales, lánguidas, ociosas,
como si ellas fueran la lluvia.
Llueven las hojas del acanto.
Llueven las hojas amarillas del durazno y
ramos de fresas coloradas abrazan tu garganta formando collares de coral.
-¿Te das cuenta de que vas desnuda cantándole a la lluvia?
-Qué me estás diciendo.
-Como lo oyes, vas caminando desnuda bajo
una tromba de agua que parece que se esté cayendo el cielo.
-Llevo puesta mi piel: ¿No te das cuenta?
-Las gotas de agua se derraman sobre ti
como hermosos diamantes que te estuvieran regalando los ángeles.
-Buscas ruborizarme
-Busco beberme toda el agua que moja tu
cuerpo y tus sentidos. Descubrirte las noches plenas de luciérnagas que cantan
junto a la alberca. Y cubrirte de miel y de perfumes……….
Cae una lluvia cansina, lenta, sin
ninguna prisa,
como si quisiera reposar en la Tierra.
Penetrarla.
Germinarla.
Empaparse en ella sin que la más mínima
partícula pueda quedar sedienta.
-Dame de beber