Serena es esta noche de luna estremecida.
Serenas las cigarras que solo hacen cantar.
Serena es una estatua de cristal y
de hielo.
Serena está temblando.
Nadie sabe por qué.
*
–Camino en mi habitáculo tirado por
ciento cuarenta caballos. Llevo conmigo mis quimeras
–Te perderás en el espacio.
–Me siento como si caminara por el cielo.
Voy a la velocidad de los ángeles.
–¿A qué velocidad corren los
ángeles?
–No lo sé. Puede que a la velocidad
de la luz.
–Los ángeles no corren. Ellos no
tienen prisa, viven eternamente.
Para qué correr tanto.
–Los ángeles no necesitan la paciencia.
Tampoco la impaciencia.
–Y tu por qué corres
–Porque temo morir.
Y no haber terminado.
Del poemario: Conversación con el Silencio.
Imagen de Román Garassuta
Me han hecho sonreír con la fuerza de esos ciento cuarenta caballos. La sensación de velocidad es placentera, nos hace sentir como dioses, como si fuésemos los dueños de la vida.
ResponderEliminarSalu2 angelicales, Tecla.
Qué suavidad en el aire. Parece que no te muevas, ciento ochenta a veces. Qué dulzura.
ResponderEliminarLuego por la noche es cuando me entra el pánico.
A buenas horas.
Una interesante reflexión la que encierra el final de este poema.
ResponderEliminarMe gusta tu poemario...
ResponderEliminarUn abrazo y soñaré con "ese silencio..."
La velocidad es la importa con la que una caricia sale a navegar.
ResponderEliminarMi abrazo de luz
Hola Tecla.. Dicen que los Ángeles no tienen sexo, pero veo que tienen mucha velocidad, como no se aparecen cuando menos te lo esperas, lastima que también desaparecen inesperadamente..
ResponderEliminarUn abrazo..
Los ángeles no corren, no tienen distancias, ni tiempo, ni sexo, ni nada que les haga semejantes a nosotros, pero te acompañan a llevar tus quimeras.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Tracy.
ResponderEliminar¿Por qué será que corremos tanto?
Un beso.
Gracias, Rafael, y a mi el tuyo.
ResponderEliminarGracias, AtHeNea
ResponderEliminarLos Ángeles deben de tener mucho trabajo cuidando de nosotros.
ResponderEliminarA veces no llegan a tiempo.
Pero ahí están, creados por nuestra mente.
Un abrazo.
Ese dulce calor y consuelo que los Ángeles creados por nosotros mismos nos procuran, Alfred.
ResponderEliminarIgual sí que están ahí.
Desde mi más tierna edad siempre tengo la dulce sensación de tener un Ángel a mi espalda.
¿La tendrán los niños de hoy en día?
Por eso son eternos los angeles , por tienen alas para subir al cielo.
ResponderEliminarY desde allí se ve toda la eternidad.
Besos.
Me gustó mucho.
El tiempo se nos escapa de las manos, es un hecho inexorable.
ResponderEliminarComo la muerte.
Por ello debemos llenar la vida de cosas, bellas siempre que podamos, como las entradas que nos regalas.
Rápida o lentamente, todo tiene su ritmo, y el tiempo es un concepto relativo.
Un beso, Tecla.
Es bello sentir que hay energía y deseos de correr, pero el miedo tiene que desaparecer, el día sera bello cuando todo termine, me encanto.
ResponderEliminarAbrazo
Correr así seguro que es algo incomparable...
ResponderEliminaren ese ir se podrá apreciar bien lo que late en la vida?
viviremos los que nos toca ....en esa vorágine existimos
besos de luz angelical!
Amapola azul, cuanto tiempo, gracias por estar aquí.
ResponderEliminarUn abrazo.
Minimal, me caes bien por lo inteligente que eres.
ResponderEliminarEs que da gusto leer tus entradas así que no te extrañe que mis comentarios reflejen el goce mental que nos produces.
Un abrazo.
Me alegra que sientas dentro de ti lo mismo que siento yo dentro de mi.
ResponderEliminarSerá como dos almas gemelas que se encuentran.
Y así lo siento yo, María del Rosario.
Gracias, Magdeli, celebro que tu también sientas dentro de ti esa sensación de vida y energía que produce el vértigo de la velocidad.
ResponderEliminarPero cuidadín.
Que podemos despertar en el otro mundo.
Y tenemos toda la eternidad para gozarlo..
TQM
Supongo que morir con la sensación de dejarlo todo terminado debe ser un lujo que muy pocos pueden permitirse.
ResponderEliminarUn abrazo.
Haber terminado o no haber terminado una vez que te has ido ya no tiene sentido, creo, Macondo.
ResponderEliminarPero corremos y corremos sin saber adónde.
¿Por qué correremos tanto?
Misterio.
Será que por eso, insconscientemente, corramos tanto? Parece como si tuviéramos prisa por hacer todo a la vez, pero en la niñez no sucedia esto, ahora si que me dejaste pensando.
ResponderEliminarUn placer leerte, mi preciosa, tecla.
Un beso bien grande.
En nuestra niñez los días eran largos, largos y los minutos horas. Los años un siglo.
ResponderEliminarHasta que decidimos echarnos a correr, María. Entramos en una rueda que gira y gira sin parar, hasta que el corazón nos dice: PARA.
Un beso mi linda María.
–Y tu por qué corres
ResponderEliminar–Porque temo morir.
Y no haber terminado.
Esa es la razón de las prisas.
Saludos
Estás en lo cierto, Karin. Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una excelente pregunta, esa, la de la velocidad de los ángeles.
Creo que la de mi 'ángel de la guarda' era velocidad cero. Siempre estaba sentado a mi lado guardando las cuatro esquinitas de mi cama.
Al final... todo corremos porque tememos morir y en esa loca carrera nos acercamos más y más a la muerte.
Me encanta el poema y la ilustración elegida.
un beso
· LMA · & · CR ·
Me he sentido fuerte leyendo tu poema. Después de tanto tiempo es un lujo encontrarme con tanta vida. Un tremendo abrazo
ResponderEliminarLa ilustración es preciosa y me gusta mucho el tema de tu escrito.
ResponderEliminarMe gusta pensar que los ángeles corren, vaya que sí, necesitan hacerlo para llegar a nuestros descalabros... jajajjaja. Para ellos nuestra vida no es más que un soplo que se nos escapa de las manos, la velocidad es increíble.
Tal vez lo bueno es que nunca habremos terminado.
Un abrazo sincero y tranquilo.
En mi libro Lágrimas de Cocodrilo, hago un comentario sobre un poeta. Precioso poeta que parecía que corría para que no lo alcanzara la muerte. De cualquier forma, lo alcanzó. Pero corrió tanto que hizo grandes aportes con sus letras y su acción durante su vida.
ResponderEliminarLindo poema mi querida Tecla.
Llego tarde pero llego. No he entrado mucho por Blogger pero cuando entro, veo a los amigos y llego a comentarles.
Un fuerte abrazo amiga.
Un gran final.
ResponderEliminarEl miedo a no acabar
lo que se ha comenzado.
Los límites del tiempo,
los límites de la supervivencia-
Un biquiño Tecla.
Esta preciosidad tuya de letras mi querida SOCO es como un díptico, en la portada hay calma, serenidad suave en cambio en la contraportada ... todo lo contrario, prisas, ansiedad, carreras de caballos desbocados ¡¡ 140 nada menos !! y los tienes a todos en una habitación ... debe ser cuando te entra el pánico por algo... ( creo yo, no sé ; ) esos ángeles enloquecidos se te meten dentro y tiran de ti a la velocidad de la luz si que no haya forma de pararlos ... me ha sugerido algo así, pero mientras lo escribo estaba pensando que si son ángeles los que tiran de ti no pueden llevarte hacia ningún lugar desagradable ... sea como sea, has descrito magistralmente esa sensación de vértigo que tira de nosotros no sabemos hacia donde ... a ti, mi querida SOCO, si ves que te llevan los ángeles déjate pero solo para dar un paseo y volver a contárnoslo... les dices como los niños cuando dejan algo... ¡con vuelta ! eh? ; )
ResponderEliminarMil besos preciosa ... si u día con los ángeles baja Pegaso, sílbame que vengo y de paso que nos de una vuelta a las dos con sus alas poderosas ... MmmuaaaaaaaksS!
Qué bueno!!!
ResponderEliminarToda una reflexión versada con tu impronta.
Corremos,ñOCO. Y no sabemos el por qué. Siempre tenemos prisa, con lo pronto que llega mañana y lo podemos hacer mañana.
ResponderEliminarCorremos con el coche porque queremos llegar antes, o por la impaciencia, por este gusanillo que se nos pone en el estómago.
Y nos acercamos a la muerte: ¿Por qué?
Esta vida es un mundo sin respuestas.
Y por eso es tan emocionante.
Me parece.
Gracias por estar aquí.
Gracias Violeta, es cierto que hace tiempo que no nos encontrábamos.
ResponderEliminarA ver ahora si ya vuelves.
Un beso.
Gracias Raquel, me gusta tu comentario y me gustas tu.
ResponderEliminarTe he estado investigando y creo que te tengo o te he tenido agregada en mi blog como Raqueladas pero he intentado agregarte de nuevo y no te acepta, debe de ser porque sigues en mi blog.
Te he intentado agregar por el Google+ y tampoco me lo acepta.
Ya me dirás algo. Estoy muy interesada en ti.
Un abrazo.
Un fuerte abrazo Aída. A mi me gusta cuando estás aquí más que en los demás sitios.
ResponderEliminarAquí es como más íntimo.
Gracias por visitarme.
A ver si publicas algo o has publicado ya.
Un beso.
Otro biquiño para ti, Marisa.
ResponderEliminarQué bonita eres.
Me gustan los contraste María, y los necesito. Necesito a veces cambiar de golpe. Hacer un quiebro a lo que estoy haciendo, como cuando le metes una pincelada al cuadro que aparentemente no tiene nada que ver pero que sin que nos lo propongamos lleva su intención.
ResponderEliminarCreo que aquí lo que me ocurre es que ambos ambientes cogen fuerza entre ellos. Se contraponen y así ambos impactan.
Despiertan el interés del lector.
Una carrera a toda pastilla y vuelta a la placidez, para que la vida nos resulte menos aburrida.
Me pasa lo mismo con otras actividades.
Besos a montones, Terremoto mío.
Tu sí que eres hechicera.
Gracias, Vero.
ResponderEliminarTú sí que sabes escribir.
Un beso.
Que hermoso poema, tecla, corremos para apartarnos de la muerte sabiendo que corremos en su dirección.
ResponderEliminarLa velocidad de los ángeles es un título tan bello que es de por sí un verso.
Si vuelves por el Almacén, he puesto un enlace en mi último post, que va a una revista donde me "desnudo" un poquito.
Un abrazo, poeta.
Claro que iré.
ResponderEliminarEl temor a la muerte es algo innato en el ser humano.
ResponderEliminarTodo lo relacionado con la muerte siempre ha sido un tema tabú, de ahí que yo también le tenga miedo, pero, cuando llegue, estoy segura de que las dos nos fundiremos en un apretado abrazo y, siempre, por mucho que tarde en aparecer, tendré la sensación de que aún me quedan muchas cosas por hacer.
No se te olvide de enviarme esa rica ensalada, la haré para ti.
Cariños en abrazos.
kasioles
Boa tarde, caminhar atravez do céu e escrever um lindo poema é maravilhoso, a linda imagem e belo poema estão em sintonia.
ResponderEliminarAG
El temor a la muerte es inherente a todos los seres vivos y cada cual se defiende a su manera.
ResponderEliminarIgual luego no es tan malo como nos pensamos, pues todo vuelve a nacer de alguna forma, Kasioles.
Qué gusto me da que estés aquí.
Te doy un abrazo muy grande.
Creo que sí, Antonio.
ResponderEliminarCómo me alegro si al fin disfrutas con lo que yo escribo tanto como gozo yo con lo que tu escribes, Antonio.
Tal vez no haber terminado sea la única manera de no morir.
ResponderEliminarEso suponiendo que de verdad tengamos interés en quedarnos aquí más tiempo del necesario.
Un abrazo.
Claro que sí, mientras estemos haciendo algo que nos interese nos estamos sintiendo vivos.
ResponderEliminarEs importante no desfallecer nunca.
No hacer nada es un sin vivir.
En fin.
¿Hace mucho frío por Galicia?
Debe de ser una gozada.
Muy bonito tu poema , me gustan todos por lo que me quedo siguiendo tu blog, yo también tengo uno por lo que te invito a el, se llama " estoy entre paginas" un saludo..
ResponderEliminarGracias por venir, Cristina.
ResponderEliminarTe he agregado a mi lista de blogs.
Bienvenida. Un abrazo.
Cada día vamos muriendo un poco y pareciera como si corriendo pudiesemos huir de la mayor certeza de todas, que la muerte nos espera.
ResponderEliminarCon tanto correr nos perdemos en la velocidad.
Mejor ir pausados y disfrutar de las pequeñas cosas que se nos presentan, que la vida ya corre ella sola.
Un abrazo de otra insomne.
Buen comentario, Prozac, me ha encantado tu reflexión.
ResponderEliminarGracias.
Pues creo amiga...que yo no tengo miedo de cruzar al otro lado...
ResponderEliminarse que el gozo será mayor ...en la energía del gran amor.
gracias.
Tal vez no pasa nada,Magdeli.
ResponderEliminarY entramos en un aura blanca de felicidad como nunca jamás hayamos sentido.La energía de la vida en su estado más puro.
Estamos tan acostumbrados al miedo que siempre nos pensamos lo peor.