Quemamos la noche.
Abrasamos la noche
hasta convertirla en un fuego encendido de relojes parados.
Y derretimos poco a poco
las sábanas
que cobijaban amorosamente la almohada.
Las cenizas de lo nuestro
quedaron esparcidas debajo de la cama y el agua,
brotó limpia
desde los anclajes de nuestro colchón.
–¿Tu quién eres?
–Yo soy el hijo de Dios ¿Y tu?
–Soy esta que lo es.
Por las calles sin sombra, camino con mi sombra.
–¿Te has perdido?
Abrasamos la noche
hasta convertirla en un fuego encendido de relojes parados.
Y derretimos poco a poco
las sábanas
que cobijaban amorosamente la almohada.
Las cenizas de lo nuestro
quedaron esparcidas debajo de la cama y el agua,
brotó limpia
desde los anclajes de nuestro colchón.
–¿Tu quién eres?
–Yo soy el hijo de Dios ¿Y tu?
–Soy esta que lo es.
Por las calles sin sombra, camino con mi sombra.
–¿Te has perdido?
–Nooooo.
Te estoy buscando.
Imagen:Emilia Castañeda